Es el paso involuntario del contenido gástrico hacia el esófago. Ocurre a cualquier edad pediátrica. La mayor parte de estos episodios son breves y pasajeros, no producen síntomas, no dañan el esófago ni causan otros problemas. Es muy común en el primer año de vida. Afecta casi el 50% de todos los niños en el 2 mes de vida. Se resuelve espontánea antes de los 12 meses y a más tardar a los 18 meses de vida. A medida que el niño madura, también lo hacen los mecanismos responsables para prevenir el reflujo.
En los primeros meses de vida el reflujo gastroesofágico no complicado se presenta como regurgitación y/o vómitos. La regurgitación no lleva a complicaciones tales como deshidratación, falla de crecimiento, pérdida de peso, rechazo al alimento, alteración del sueño, llanto inconsolable o irritabilidad excesiva. Por otro lado, cuando el reflujo se complica, los niños pueden dejar de ganar o aun perder peso, se los puede notar irritables, con el hábito alimentario alterado e interrumpir la alimentación, para querer comer nuevamente en una hora o dos.
En algunos casos se pueden ver a los niños gesticulando o arqueando el tronco, torciendo el cuello para uno y otro lado, estos últimos como una manera de disminuir el reflujo. Existen complicaciones más severas como apnea (periodos cortos sin respiración), cianosis (coloración azul en la piel), disfonía, neumonía aspirativa y asma entre otros.
El diagnóstico se puede realizar con un buen examen físico y una adecuada historia clínica. En algunos casos éste puede ser confirmado por la respuesta al tratamiento. Cuando el bebé presenta síntomas que no responden al tratamiento o los síntomas no son típicos, puede ser aconsejable realizar estudios.
El tratamiento se puede enfocar desde el punto de vista de los síntomas, dado que al ser tan variados existe un gran espectro de posibilidades.
Se puede considerar el uso de una formula lácteo hipoalergénica sobre todo en pacientes que no responden al tratamiento tradicional o aquellos que presentan vómitos varias horas después de la ingesta. Otros estudios demuestran que el reflujo disminuye de acuerdo a la posición, disminuir la ingesta de grasas, bebidas con cafeína y gaseosas.
En los primeros meses de vida el reflujo gastroesofágico no complicado se presenta como regurgitación y/o vómitos. La regurgitación no lleva a complicaciones tales como deshidratación, falla de crecimiento, pérdida de peso, rechazo al alimento, alteración del sueño, llanto inconsolable o irritabilidad excesiva. Por otro lado, cuando el reflujo se complica, los niños pueden dejar de ganar o aun perder peso, se los puede notar irritables, con el hábito alimentario alterado e interrumpir la alimentación, para querer comer nuevamente en una hora o dos.
En algunos casos se pueden ver a los niños gesticulando o arqueando el tronco, torciendo el cuello para uno y otro lado, estos últimos como una manera de disminuir el reflujo. Existen complicaciones más severas como apnea (periodos cortos sin respiración), cianosis (coloración azul en la piel), disfonía, neumonía aspirativa y asma entre otros.
El diagnóstico se puede realizar con un buen examen físico y una adecuada historia clínica. En algunos casos éste puede ser confirmado por la respuesta al tratamiento. Cuando el bebé presenta síntomas que no responden al tratamiento o los síntomas no son típicos, puede ser aconsejable realizar estudios.
El tratamiento se puede enfocar desde el punto de vista de los síntomas, dado que al ser tan variados existe un gran espectro de posibilidades.
Se puede considerar el uso de una formula lácteo hipoalergénica sobre todo en pacientes que no responden al tratamiento tradicional o aquellos que presentan vómitos varias horas después de la ingesta. Otros estudios demuestran que el reflujo disminuye de acuerdo a la posición, disminuir la ingesta de grasas, bebidas con cafeína y gaseosas.
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